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A través del tiempo

2 agosto 2023

Madrid Jorreto, F. Servicio de Obstetricia y Ginecología. Hospital Ntra. Sra. de Alarcos.

El médico suizo Paracelso, nacido en noviembre de3d.C.cercadeZurich,decía: «El grado supremo de la Medicina es el Amor, que es lo que guía el Arte. Fuera de él,nadie puede ser llamado Médico». La «Teoría de la Relatividad General» nos confirma que»Tiempo y Espacio»son elementos iguales. Tal vez por ello, la Medicina religioso-mitológica de Egipto, con Imhotep a la cabeza (2700 a.C.), comienza con lo que hoy podríamos llamar «Medicina Científica». Apoyado en el Dios Sanador» Thot», inicia el estudio y desarrollo de la anatomía y fisiología corporales. Une el Alma e inmortalidad con el cuerpo total de la persona. Por ello, se inicia el embalsamamiento, que permite la integridad «trascendental» del individuo. Milenios después, el filósofo Baruch Espinoza, portugués, nacido en noviembre de 1677, con su «Monismo», mantiene y defiende esa indivisibilidad alma-cuerpo, al igual que Imhotep. Imhotep fue tres veces grande. Primero, como arquitecto, construyendo para el faraón Sother la Mastaba Escalonada de Saqqara, segundo, como médico, cultivando la medicina cardiocentrista (Papiro de Smith, 1550 a.C.), que regía toda la medicina interna de la época y tercero, como astrónomo, ordenando los cinco planetas visibles: Saturno, Júpiter, Venus, Marte y Mercurio, así como la Tierra y el Sol. Su herencia pasó a Grecia con Empédocles de Agrigento, del siglo V a.C., quien además de filósofo, definió los cuatro elementos que constituían la materia: Aire, Tierra, Agua y Fuego. Empédocles también fue médico e insistió en el uso de los cinco sentidos, incluida la lengua, para explorar y obtener los datos que nos permiten diagnosticar enfermedades. En la actualidad, este enfoque sería considerado una invasión de la intimidad personal. Sin embargo, deberíamos considerar otros dos sentidos: la Intercepción y la Propiocepción, la primera nos informa conscientemente del estado de nuestro cuerpo, facilitando nuestra felicidad, pesadumbre o malestar, es un preámbulo del fin del «cerebrocentrismo» que evidencia cuánto debe el cerebro a la información ascendente enviada desde todas las partes del cuerpo. La medicina oriental, de forma empírica, nos adelantó al constatar que el cuerpo y el cerebro son una unidad indivisible. En la actualidad, la Neuropsicología cognitiva asume y defiende esta idea.